Ya no

 Este invierno aún no morí y ya se acerca el renacer primaveral. 

Zapatos de goma, quizás es todo lo que soy. 

No me busques entre las sombras de Buenos Aires, ahora vivo entre la gente. No vas a encontrarme. Soy un alma que vuela entre otras. 

Solíamos jugar a las escondidas, vos siempre ganabas. Prendíamos una vela y le rezábamos al primer Santo que se nos ocurría. Los relojes cual pasatiempo nos mecían en una canción constante. 

Nadie va a encontrarte acá, mi amor. Nadie sabe ya dónde estoy; dónde estás. Y si estás es porque estamos, juntos.

Yo solo buscaba amarte, desesperado. Conociendo que tendría un sabor amargo; sabiendo que el amor era como una planta que crece para clavar sus espinas en mis dedos. 

Con tu simple presencia todo era santo. Todos los lugares eran un templo. Escupías en la cara de la gente con esa gracia pueblerina que solo vos tenías. Y perdón, mi amor, que hable en pasado, pero vos ya no estás más acá. Mi corazón es una pecera de lágrimas, ya no vive nadie allí.

Vos solo querías jugar al dominó. Ganabas todas las partidas. ¡Sí!, me dominaste. 

No me dejabas ganar ni una sola carrera. Eras el viento; corrías tan rápido. 

Canta un ave lejos de acá y pienso en tu voz acuciante. Belleza oculta entre tanta verborragia adolescente. Fuiste el amor de la estación: un amor de estío.

Tengo miedo de salir a la calle y encontrar tus ojos. Si se clavasen de nuevo en los míos, sería tu esclavo de por vida. No me mires más, chico de abrigo azul. Chica con medias rotas.

El corderoy de tu campera me abrazaba en las noches más pesadas. La vestía para batallar el frío; buscando agua en las alcantarillas. Tenerla puesta era un beso tuyo en mis hombros.

Tus zapatillas gastadas me recordaban a una batalla campal entre hermanos celosos peleando por la atención materna. Te he visto siendo un animal posesivo; me reí de vos.

Me mandabas a comprar pizza y preservativos. Me acompañabas para que no muera sin estar a tu lado. Yo quería yacer junto a vos. Con esos ojos abismales, una mirada perdida entre las sábanas de una cama que no se tendía hace días.

Julio Cortázar y un café en saquito. El popurrí porteño de esperarte en el café de la esquina con un vestido amarillo y las botas llenas de barro.

Puedo jurar que ya no te amo, pero lo hice sin mesura.

Nosotros éramos el agua. Yo nadaba entre tus risotadas; vos bebías mis palabras más íntimas.

Pienso en lo solo que estoy ahora, fumándole a la luna. Llorando en silencio. 

Recuerdo imágenes porosas. Una pizzería de la calle Corrientes. Me emociono citando un poema de Cortázar, de nuevo. Un libro que me diste y perdí, como así tu presencia.

Soy un pibe infinito. Pego las canciones con curtias y después las heridas no se notan ni un poco. 

Puedo gritarte mil veces que ya no te amo. Puedo desaparecer y compaginar la tristeza con el frenesí de estar aún vivo, aún aquí. Y vos, mata de pelo negro y ojos tristemente risueños.

Hay noches que no quiero dormir. Vivís lejos. Yo pagué el vuelo. Estás en New York y yo estoy sola en la puerta de la City fumando un cigarrillo y comiendo una porción de fainá.

DAME UNA MÁS / SOLO UN POQUITO / DAME UN POQUITO NOMÁS.

Éramos el mundo entero reducido a un ramo de flores. Éramos el amor del milenio en un vaso de té.

No hacíamos el amor; hacíamos otras cosas con amor. Teníamos sexo con desquicio y nos mirábamos a los ojos con palabras mudas.

Ahora. Ahorro palabras ahora. Puse mi amor a la venta, al mejor postor. Soy un postre delicioso de frutillas con crema. En mi soledad vive el deseo. Pero yo sé: me siento mucho más fuerte sin, con tu amor. 

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares