Lidiando con un alma


Lidiando con un alma



“¡¿Por qué no fue usted a mi entierro?!”

Preguntó el espíritu furioso.

“¡Después de todo lo que hice por y para usted!”

Gritó iracundo, torciendo la boca con una mueca de enojo.
El hombre, el que aún vivía, estaba atónito.
A pesar de no padecer mudez, se sentía mudo. Las palabras no salían de su boca por más que aparecían en su mente.

Él mismo conocía muy bien las diferentes razones de su ausencia en el velatorio y entierro de su difunto interlocutor. Sin embargo, sabía que compartirlas con el mismo sería arbitrario, únicamente servil a los caprichos y berrinches del muerto. Él tenía principios, y por causa de ellos, sus labios permanecerían cerrados.

De repente una idea apareció. Podría fingir una sordera temporal ocasionada por su trabajo. No. No era una idea válida. “Era” sordo, no ciego. Y no haber reaccionado físicamente a la ira del otro, no podía justificarse.

¿Qué haría entonces? ¿Escapas? ¿No son acaso los espíritus omnipresentes? Estaba expuesto. Huir era infranqueable y las mentiras nunca le habían agradado.

Fue entonces, que optó por decirla verdad.

Cuando levantó la mirada del suelo musitando una oración mal hilada, advirtió que el espíritu se había ido. En su lugar se encontraba una hoja de papel manuscrita en la cual se leía lo siguiente:

“Luis. Sé todo. Conozco todas y cada una de las causas por las que usted evadió mi velorio. Simplemente quería escucharlas saliendo de su boca. Estoy desilusionado. Y para un hombre que sobrellevó una vida llena de decepciones, eso es habitualmente infausto. Mi última voluntad, fue que al menos una persona asistiese a mi memorial. Realmente creí que esa persona iba a ser usted. De todos modos, no deseo asustarlo. No volveré a aparecer frente a usted. Me resignaré a deambular por las calles en las noches sin luna, como un alma en pena o un perro andaluz. Le deseo mucha suerte y una vida llena de gratitud y felicidad.
Se despide,
M”

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